Sacamos del costurero primero el polvo viejo, más tarde algún que otro espejo
y en el fondo aplastado por dedales, ovillos, agujas, hilachas, alfileres, botones...
estaba el cuento.
A gritos nos dijo que el tiempo no le había hecho perder la memoria
y que conservaba intactas infinitas historias.
Aquí y ahora nosotras, hilanderas de palabras,
ponemos nuestra voz para que estos cuentos
perduren como el viento...